Reducir las emisiones de CO2 a la atmósfera… este es el objetivo que se debate estos días en París.

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Eso, claro está, a gran escala. A nivel individual también podemos realizar pequeños gestos que contribuyan a reducir los niveles de contaminación.

En nuestro caso, las calefacciones de leña y/o pellet pueden ser una buena alternativa.

 

En muchos sentidos, la biomasa puede considerarse como una forma de energía solar almacenada ya que las plantas utilizan esta energía para capturar CO2 y agua a través de la fotosíntesis. Además, es un combustible no fósil, neutro desde el punto de vista del ciclo del carbono (ciclo natural del carbono entre la tierra y el aire).

Las emisiones de CO2 que se producen, al proceder de un carbono retirado de la atmósfera en el mismo ciclo biológico, no alteran el equilibrio de la concentración de carbono atmosférico, y por tanto no incrementan el efecto invernadero. Su uso contribuye a reducir las emisiones de CO2 a la atmósfera siempre que sustituya a un combustible fósil.

Es cierto que no siempre tenemos la opción de instalar una calefacción de estas características, pero si es posible yo siempre me decantaría por algo así. Otro tema no menos importante es el ahorro económico, pero eso nos da para otro artículo.